EDUCACIÓN SEXUAL INTEGRAL

Glosario:
Educación Sexual Integral:
Sexualidad como fenómeno social: el pensamiento tradicional y sus críticas.
Relación actual entre consumismo y sexualidad.
Diferencia entre identidad y orientación sexual.
Los roles de género como fuente de discriminación social.


Sexualidad como fenómeno social: pensamiento tradicional y sus críticas.


Concepto de sexualidad:

 




Según el diccionario la sexualidad se vincula con las características de cada sexo en relación al cuerpo humano, sus distintas partes,  sus órganos y su funcionamiento.





(Cambios corporales en la adolescencia)

 

En un primer momento, la sexualidad nos puede parecer un asunto íntimo, relacionado únicamente a la privacidad de cada individuo.






Vemos a la sexualidad como parte de la naturaleza humana, originada en un acto propio del instinto humano.


Sin embargo, la sexualidad es el resultado del cruce de la naturaleza humana con la estructura social en que se desarrolla el individuo.





Es decir, entendida como la actitud de los individuos en relación con la actividad sexual, la sexualidad constituye un fenómeno social condicionado por la evolución de las ideas y creencias.






La sexualidad es un producto social,  un problema político, una herramienta para mantener el equilibrio del orden social y evitar conflictos y el descontrol.








Por ello, los gobiernos (quienes ejercer el poder) establecen normas respecto de la sexualidad, estableciendo lo permitido y lo prohibido en material sexual.




Pensamiento tradicional:
 
Es así que desde las instituciones que ejercen el poder (gobierno, Iglesia, organizaciones médicas) y que poseen influencia sobre la sociedad se ha venido, a lo largo de la historia, construyendo diversos discursos en torno a la sexualidad.
La ideología o punto de vista tradicional define a la sexualidad como un medio de reproducción; es decir, la ve solamente como un acto biológico.





Esta postura tradicional impuso un discurso o mensaje según el cual:
1.-  La heterosexualidad (pareja de hombre y mujer) es lo “normal” y lo único aceptable.
Desde el poder (Estados, Iglesias, gobiernos, etc.) se establece la “heterosexualidad obligatoria”, a través de las cual, “lo normal” se asocia a lo bueno y deseable y “lo anormal” a lo malo o no deseable.






La “heterosexualidad obligatoria” anula la existencia de otras posibles formas de sexualidad (homosexualidad, bisexualidad, etc.) y distorsiona, así, la realidad.

Anula la existencia de una realidad múltiple y oprime a esa multiplicidad.





Lo hétero se nos impone tanto a través de violencia física como de la violencia simbólica, que atraviesa la inconsciencia humana.
La heterosexualidad adquiere carácter institucional, se le dota de un poder capaz de alejar y recluir a “la nada” a todo aquel que lo cuestione, a todo lo que pueda resultar ser un peligro para el orden social.






El alejamiento se materializa en discriminación, acoso y violencia para el que no se incluya en “la norma”.






Se invisibiliza lo que queda fuera, lo que cuestiona y confunde lo que queda dentro.
La heterosexualidad arrebata el poder a las mujeres convirtiendo su sexualidad en esclavitud.






El poder sexual es masculino y las mujeres suelen aceptar como “natural” este poder, que conlleva la “esclavitud sexual”.






El resto de las opciones o preferencias sexuales existen, pero son socialmente castigadas.
Las lesbianas son percibidas como la desviación, la aberración o la nada.

La sociedad heterosexual se basa en la necesidad de lo diferente, del “otro”, en todos sus niveles.

Lo diferente, “lo otro”, “lo anormal” es lo dominado, y sin dominado no existe dominador.
 




2.- La reproducción debe ser el único fin de toda práctica sexual, situando fuera de “lo normal” a toda práctica que no respetara este objetivo.

 




Este discurso tradicional sirvió de herramienta o instrumento para orientar los deseos sexuales del público y controlar que se mantenga el orden en la sociedad.
 
Desde el poder se utiliza la sexualidad como instrumento de gestión demográfica y de mantenimiento del orden social.






Críticas al pensamiento tradicional
 
Frente a esta postura, lo cierto es que la sexualidad de los seres humanos se va construyendo mediante pautas sociales y culturales cada vez más alejadas de la reproducción; es decir, hoy en día la mayoría de las prácticas sexuales humanas no tienen como objetivo la descendencia.






La sexualidad no puede ser recluida a lo privado, ya que responde a prácticas institucionalizadas específicas que la convierten en un asunto social.
Las prácticas sexuales son prácticas sociales en el momento en que son reguladas desde la cultura y la estructura.
Por tanto, el recluirlas a lo privado, lejos de ser respeto, es disfrazarlas bajo una máscara que se impone desde quienes dirigen la estructura social. Es hacerlas invisibles.





El sexo es una actividad social y las conductas sexuales son conductas sociales (obligaciones, normas, reglas, prohibiciones, pactos entre grupos, etc.).





Relación actual entre consumismo y sexualidad.
 
Hoy en día Occidente se encuentra inmerso en un sistema neocapitalista cuyo desarrollo se basa en el consumismo, un consumismo casi impulsivo que domina todos los ámbitos sociales, incluido el ámbito de la sexualidad.







Un consumismo que se construye a partir del deseo y cuyo fin último es el sentimiento de placer que arrastra la consecución del mismo.
El consumismo llevado al extremo sitúa ese placer por encima de la necesidad.







En una sociedad neocapitalista, basada en el consumismo, el  deseo aparece como una necesidad fundamentada principalmente en el placer, lo que le hace escapar de cualquier lógica posible.


El deseo está sujeto al cambio, es un producto social que ha sido modificado a lo largo de la historia.
La estructura social lo construye y lo materializa; define los objetos de deseo dándole a éste una expresión colectiva, es decir, enseña el abanico de posibilidades en el que todos nos movemos.






Los deseos provocan conflictos entre las personas y la sociedad, conflictos que pueden causar desequilibrios en la organización social.
 
Por ello se nos delimita mediante algún tipo de normativa no sólo el campo de selección, sino también los procedimientos para satisfacerlos.
 



Diferencia entre identidad y orientación sexual. 
 
Identidad sexual:
La identidad sexual, o identidad de género, significa saberse perteneciente al género másculino o femenino.
Es la creencia de considerarse uno mismo hombre o mujer.







Es un fuerte condicionante del comportamiento humano.
Es uno de los pilares más profundos que sustentan nuestra personalidad.
 
La identidad no es una mera elección de la persona sino que se va construyendo desde el nacimiento y a partir de elementos biológicos (genéticos, hormonales, anatómicos), algunos incluso prenatales y, fundamentalmente, factores sociales y psicológicos.







Niños y niñas, desde los 2-3 años, comienzan a saberse diferentes entre si, precisamente, por su condición de niños y de niñas.
La identidad sexual es, pues, bastante precoz.
 
Naturalmente uno se siente “niño” o “niña” por lo que hace, o los diferentes papeles y hábitos existentes (ropas, diferentes, peinados diferentes, etc.).
 
Orientación sexual:
 
La orientación consiste en las preferencias sexuales del individuo.
Se trata de si a la persona le gustan los hombres o las mujeres.







Es la tendencia a tener relaciones o fantasías sexuales hacia personas del sexo contrario o del mismo sexo.
 




Se distingue entre:
- Homosexuales: prefieren a las personas del mismo sexo.
- Heterosexuales: prefieren a las personas del sexo contrario.
- Bisexuales: sus deseos se orientan a ambos sexos.

Diferencias:
La orientación sexual se define desde la pubertad o adolescencia y puede cambiar en el transcurso de la vida.
En cambio, la identidad es algo más firme y difícilmente se transforme.







Los roles de género como fuente de discriminación social.

El término género (del latín genus, -eris, clase), en las ciencias sociales (sociología, psicología, antropología), es una construcción simbólica que alude al conjunto de atributos socioculturales asignados a las personas a partir del sexo biológico, y que convierten la diferencia sexual en una desigualdad social entre hombres y mujeres.
Los estudios de género, que en las ciencias sociales son el área de conocimiento sobre la desigualdad entre hombres y mujeres, tienen su punto de partida en los roles sexuales que se asignan, de forma diferenciada, a hombres y mujeres a través de la socialización de género.


Los roles sexuales o de género consisten en las conductas, emociones, actitudes e intereses que en cada cultura manifiestan los miembros de cada sexo.





Los roles, por tanto, son aquellas cosas que habitualmente “corresponden” a hombres y mujeres, respectivamente.
Por ejemplo, un rol típicamente femenino es el cuidado de los niños, mientras que un rol típicamente masculino es trabajar fuera de casa.






Naturalmente los roles varían mucho de una cultura a otra, y están determinados por prejuicios y expectativas creadas sobre lo que se considera “natural”, “deseable” o “conveniente” para cada sexo.
Esta situación ha generado una “lucha entre los sexos” y, fundamentalmente, situaciones discriminatorias y violentas hacia el sexo femenino.







 Conclusión:

Aunque los elementos biológicos intervienen de alguna manera en la configuración de la identidad y orientación sexuales, la investigación actual revela que , sobre todo, son los factores sociales y culturales los que, a través del aprendizaje y la observación de reglas, configuran definitivamente esas instancias psicológicas superiores de la sexualidad.







Fuentes:
Ensayo sobre sexualidad
Ruth Peña Corral
Módulo 4 “Socializar la Igualdad de Género”
Docente: Raquel Platero
Master de Agentes de Igualdad – UCM 2004/05
Ver en:


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